jueves, 21 de marzo de 2013

25 de julio
Comprender el sentido de mi espera. Imposible continuar así como si se tratara de aplacar y apiadar a "fuerzas superiores" que habitan un mundo que sería la otra orilla de éste.

No obstante, el desamor, los ojos cerrados, el deseo que se evapora frente a los rostros reales, la sabiduría apócrifa de la que se duerme en la espera. La infancia, esa ventana cerrada por la que columbraba la continuidad horrible de una sola estrella. Los deseos enunciados mediante voces llorosas. Esa noche al borde del mar: la fosforescencia de las arenas, la luna roja en lo oscuro —furiosa, obcecada—, noche en que aprendí la suprema negación del azar. Terraza blanca y roja, allí esperaba algo, alguien. ¿Para qué tanta espera? Para llegar al día de hoy, a mi voz que habla para no decir. Y ese lugar de silencio perfecto entrevisto tantas veces entre los horrores del alcohol. (Deseo muerto, compañero traidor.) Hablábamos con palabras vivas, ardientes, y he aquí las sombras de pronto, la carencia de sexo, esta sed que sólo requiere sustitutos. Se ha perdido, en un instante, el deseo auténtico, el que alentaba en tus noches temblorosas.

El yo de mi diario no es, necesariamente, la persona ávida por sincerarse que lo escribe.

Sucede esto: sufro. Son las 19.30 hs. Tengo miedo. Se ha perdido lo que nunca se tuvo.

Aprender todas las retóricas, viejas y nuevas, a fin de decir hermosamente que se ha perdido y se sufre. Las ganas de morir son inminentes y sin embargo tomarás un libro que no te gusta, estudiarás la forma —que desprecias— en que este o aquel poeta célebre (injustamente, según tu parecer) expresó sentimientos, percepciones, recuerdos y vivencias que no compartes. Luego te dolerán los ojos, toserás, seguirás fumando, postergarás para mañana lo que prometiste hacer el año pasado, y por fin, cansada, insensible, cesarás de sufrir porque tu cuerpo ultimado a poemas malos se sentirá tan agotado que te parecerá inocente. Entonces, dormir brutalmente hasta que el reloj te anuncie las ocho, hora de putear contra la vigilia, y beberás café y fumarás tosiendo y te hundirás en las pequeñas calles sucias "que conocieron Dante y Strindberg y Rilke", y tu sed de ruinas te hará contemplar ávida cada signo de desecho y de muerte. Y pensarás: Mientras haya enfermedades y muerte habrá un lugar para mí. (Y habrá la misma sed, la que no se refiere al agua ni a la lluvia, la que sólo se sacia en la contemplación de un vaso vacío.)

He querido vencer esta muerte apostada en mi garganta. Y apenas aparezco todo se hace imagen lejana que está en un lugar al que accedo si me destruyo y me desmorono.

Pero el silencio es tan cierto, tan verdadero. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola. Alguien —tal vez muchos— tiembla a mi lado. Gente que he amado. Todas mis habitaciones fueron tugurios de espectros, sumideros de llamadas ahogadas por mi orgullo, por este temor de ser rechazada por gente sin realidad, que no debiera importarme, dada su naturaleza invisible.

Debe de ser idiota esta creencia mía de que al escribir veré una señal, algo con que seguir. Nostalgia pura, en estado de pureza apremiante. El viento feroz, la cueva de harpías que me remiten a mi llamada de cada día.

(B. tendrá que venir.)

Alguien invoca, alguien evoca, alguien pide penitencias, remisiones, revisiones. Es la hora de horadarse. La hora del oráculo. Alguien pide treguas, límites. ¿A quién? Vieja historia.

Pero no. Que suenen las melodías de siempre, tan viejas.

Y todo por cuatro sombras idiotas que te dieron miedo.

Alguien que yo sé yace en el medio del saber y del no saber. Yace inmóvil. Lenguaje inútil: nunca, como hoy, sentí estos deseos superlativos de hallar la causa, la raíz, el origen, de mi sufrimiento. Pero ¿y si me dejara tranquila? Después de todo podría pasar encantadoras veladas rumiando sucesos fantasmales y recordando cosas no habidas. Todo este pedir, querer, buscar, tratar, pertenece a las abstracciones de la mierda como el dinero, la ambición y el calcular. Ahora bien: ¿qué hago yo entre estas cosas? Enmierdarme, si me permites el galicismo.

lunes, 18 de marzo de 2013

Recordé (?)

Si, de eso quería hablar. Del pensamiento mítico que puede meterse en las mentes presuntamente críticas. En todas aquellas frases dignas de oscurantismo que me hacen perder la razón y no me sale refutar con la lógica. Porque, quizá, me sea dificultoso responder con razón a lo meramente emocional...

Presagios, augurios, señales divinas.... ¡Me importan un carajo!




¿Cómo expresarme? 




Hay un precepto y se rige por los hechos, lo inteligible. Todo lo demás es mentira, incluso las interpretaciones de lo acontecido. El pasado, los recuerdos, el sentimiento de época, las energías que indican noséqué, todo es  intangible, inexistente, y, por lo tanto, luchan por tener un lugar en el tiempo, ese que no admite espacialidades.


Y, en este fallido intento, mi frustración versa en que tirar una patraña que raya el misticismo es simple, casi automático, en cambio, desentrañarla lleva un esfuerzo para el que no estoy capacitada....



Pero, como siempre, lo que más duele no es el aspecto sobre el que tartamudeo, sino sentirme sola e inacompañable.. 


Quería decir algo, no sé muy bien qué.
Quise, ya no más.
Terminé, ahora... volver a empezar :/

martes, 12 de marzo de 2013

Cambiaré de piel, 
así tenga que desollarme, 
mutaré.

Y tu maldito novio volverá a hablar de él

... sólo de él...


Me levanté y tomé una taza de café con tres galletitas toddy. Luego tomé una taza con un cigarrillo, más tarde una con un alfajor. Mi madre hizo buñuelos de manzana y los acompañé con otra taza. Luego, aburrida, calenté más café. ¿A quién carajo le interesa?
Cuida tus modales, pitu.

Más despierta que anoche, ahora ya puedo pensar..


Mentira




Trato no recordar, pero los hechos del pasado me piensan y me viven. Me gustaría golpear a Bloch por su estúpida frase que sólo sirve para consolarse emocionalmente. Tengo que dejar de relacionarme con muertos...

Me...... enamoré de un tal Alexei, los que le tienen confianza lo llaman Aliocha. Quizá él también me quiera, si tan sólo hubiese, siquiera, existido alguna vez.


Me importa una mierda lo que pienses sobre mi manera  de escribir y hablar. Estas son mis posibilidades en su máxima potencia, si no te gusta te podés ir al demonio. 


Siempre en el bucle autobiográfico. 

Mediocre,

triste
triste
triste...