martes, 25 de marzo de 2014

"(05/01/2014) He perdido la práctica del llanto. me quedan sus desmanes, la vida atorada en la garganta, indignación en los ojos y una trémula quijada más patética que enternecedora. Pero debo reconocer, nuevamente, que quizá no sea sólo el centro de mi misma sino lo único que le importa  a mi narcisismo. 
Aquí estoy 


(09/01), escribiendo esta bazofia con un té de frutilla a mi lado cuando la persona que amo se silencia tan cercano a mi que puedo oír su decepción al haberme escogido entre tantas mujeres. 

(10/01) Y luego de la histeria injustificada uno se siente perdido en su propia ¿neurosis?, aceptando en forma inflexible que no hay cambio real posible. Que la quietud es tan inalcanzable como cercana: entonces la falsa esperanza del absoluto. 
Esperar para lo que se sabe que nunca será vivido. transmutar en apariencias, superficialmente, y darse cuenta que uno no es otra cosa que transición y ausencia. Desánimo de vivir  siendo uno mismo y tener la siempre misma idea atorada en el pecho, en lo más profundo de mi desdén. Desgarrada por no existir y sin embargo saber que jamás entenderé lo que es no existir (es preciso ya no robar y romper palabras de Pizarnik)
Mi angustia, mi fatalidad, proviene (manifiestamente) de saber que nada volverá a ser igual después de aquella noche y su posterior "amanecer" tardío en el que tuve el descaro de escuchar la tristeza del ser amado (tristeza creada y dirigida por mi, vuelta a las andadas, vuelta nueva a ser una imbécil). 
Entonces: cansancio indecible. Sé, tristemente lo sé, que debo evitarlo, que puedo evitarlo y así romper aquel caos que me resulta tan equilibrado y creador (vida y muerte son palabras que designan conceptos que me son indistintos). Pero de dónde sacaré la honra para echarme de su vida ¿Dónde el coraje, si soy cobarde y  frágil en demasía? 
Es tan triste que todo esto me parezca tan real, que sea tan real, que haya sucedido más allá de lo posible. Tan agobiante llegar al final."