viernes, 24 de agosto de 2012

Dostoievski

"-¿Qué opinan ustedes?- vociferó casi Razumikhin-.¿Creen que me indigno al oírles decir estas sandeces? ¡Deningún modo! ¡Me alegra que las digan! Las charlataneríasinsulsas y desprovistas de sentido constituyen el único pri-vilegio del hombre sobre los animales. Por la mentira se lle-ga a la verdad. Si soy hombre es porque miento. No se halogrado jamás la conquista de una sola verdad sin que anteshaya sido preciso decir por lo menos catorce mentiras, ociento catorce, y esto nada tiene que no sea honorable en sí;¡pero es que no sabemos mentir de acuerdo a nuestro espíri-tu! ¡Que me endilguen todos los embustes que se les ocu-rran, pero que sean propios, y les daré un abrazo! Mentir deacuerdo a la propia individualidad es casi más bello que de-cir la verdad siguiendo los dictados de un extraño; en elprimer caso, uno se afirma como hombre; en el segundo, sedesempeña el papel de un loro. La verdad no desaparece,pero la vida puede ser aniquilada, es un hecho incontrover-tible... ¿Dónde estábamos? ¡Ah, sí! Todos sin excepción,sea en el terreno de las ciencias, de la cultura, del pen-samiento, del genio inventivo, de los ideales, de los deseosdel liberalismo, de la experiencia, en todo, estamos todavíaen los cursos preparatorios de la escuela primaria. ¡Nos en-cantan los conocimientos que hemos devorado ya mastica-dos. ¿Está bien eso? ¿Digo bien o no?- gritó Razumikhinsacudiendo y apretando las manos de ambas mujeres-.¿Tengo o no razón?"

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