domingo, 1 de julio de 2012

Los domingos nos mutilamos hasta el cansancio

Los días como hoy son consecuentes en toda expresión. El cielo gris, malas y, paradógicamente, buenas noticias. Un mundo que ya no brillará ¿En qué órbita quedarán tus satélites?
Para todos los demás, es un domingo como cualquier otro. Para nosotros, en parte, también. ¿En qué cambia mi vida este hecho? Todo y nada a la vez. Es lo mejor, concordamos con mi hermano. Es lo mejor que pudo pasar. ¿Cómo hago para que lo entienda mi corazón?
No puedo evitar la cursilería mediocre. No puedo no sentirme mal. La muerte nos libera de la agonía constante, la muerte ajena nos hace morir un poco. La casa está en silencio, falta alguien que no vivía acá. Físicamente no voy a poder escucharte nunca más quejarte de tus arrugas, tus consejos sobre la 'ambisexualidad' y un libertinaje extraño para el siglo pasado. Sangre tana que hoy deja de fluir, un dolor que ya no aflige nos devora lentamente. 
Esperamos esto desde que nacemos, esperamos revolucionarnos desde que tenemos consciencia de nuestra existencia. Lo hiciste en vida y lo harás una y otra vez hasta que mi muerte nos desespere. ¿Existirá un cielo para creyentes? Algo que nos reconforta... una forma de mantenernos con vida a pesar del hastío que implica respirar. 
Te quise toda mi vida y te querré aun cuando te olvides de mi. Cuando entremos en la locura súbdita de la vejez serás mucho más, mucho más que el recuerdo vívido de una mujer esencialmente buena. Más que una mujer, un ser humano que tejió en el telar de la vida, alguien que merece mucho más que palabras para describirla. 
Mi hermano y yo te debemos una visita. Vos también. Por una cuestión práctica nos deberás eternamente la segunda promesa. Quizá tu energía flote esta noche por nuestras habitaciones, quizá te sea mas provechoso arropar a tus nietos. Cualquiera fuese tu decisión, vas a estar en mi cabeza todos los días que me queden, extrañándote, queriéndote, deseándote un buen viaje.
Pronto nos iremos, nosotros también. Pronto se desdibujarán de nuestras mentes todas aquellas bajas que nos entristecen los días como hoy. Pronto no habrá último suspiro, no habrá inspiración divina que nos lleve camino a casa.

Y ahora que estás ahí, contame, ¿De qué color es el no existir? ¿A qué sabe la felicidad? 

Y, por si me equivoco... Mandale saludos a la abuela y a la tía y, si es que dios es amor y comprensión, ya las iré a visitar a las tres. 

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